Con manos expertas continúo, y recuerdo a Peluche, un cliente fijo al que no he vuelto a ver desde hace un año. Era uno de mis favoritos, me dejaba hacer y solo insistía en llamarme Teresa. Su tristeza era infinita y en ocasiones me hubiese gustado convertirme en ella para que alguien me amara tanto. Intentaba adivinar si el motivo de tal desamor era el desprecio, la imposibilidad o quizá la muerte, y advierto una sonrisa en mi cara al pensar que le perdí porque está con su amada.
Y sin perder el compás, ahora me sumerjo en el único amor que nunca me ha abandonado…: el mar… Y cuando la soledad se apodera de mí, doy por concluida la jornada y voy a visitarle. Le entrego mi desnudez y me limpia de miserias, engaños y decepciones…y me da paz infinita. En alguna ocasión le he pedido que me lleve con él, pero en su eterna sabiduría sus olas me devuelven a la orilla para que cuide al que habita ya en mis entrañas.
Ursus requiere toda mi atención y parece quedar satisfecho con el servicio. Nos despedimos, no sin antes regalarle un par de zalamerías y pedirle que vuelva otro día. Éste es bueno para ser de los fijos, y no hay que perder estas oportunidades.
Salgo del coche, ante la noche despejada y serena, y mientras paseo voy pensando que hoy terminaré antes y me iré a visitar a mi mar que siempre me espera y quizá hoy quiera amarme para siempre.
Y suenan mis tacones en la calzada… y mañana… mañana quizá me pondré los zapatos negros, que no me duelen y me dejan soportar mejor las oscuras noches.
Y suenan mis tacones en la calzada… y mañana… mañana quizá me pondré los zapatos negros, que no me duelen y me dejan soportar mejor las oscuras noches.
"Penélope"
1 comentario:
qué prosa tan bonita!
David Malrana
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